El verano supone un tiempo de reflexión, diversión y descanso que permiten comenzar el nuevo curso escolar, académico o profesional con gran entusiasmo. Por ello, en Mendaur, antes de comenzar las clases, nos vamos todos los colegiales de primero con los decanos de cada piso de convivencia. Este año hemos puesto rumbo a Belabarce, a unos 100 kilómetros de Pamplona.
Todo empezó el 30 de agosto. Algunos habían aterrizado en Pamplona hacía un par de días, otros hacía unas pocas horas. El primer punto de encuentro entre todos, cómo iba ser sino de otro modo, fue el jardín de Mendaur. El cielo soleado, la música de rock antiguo y un enorme olor a parrilla cubría los alrededores del edificio naranja, también conocido como casa o, para la gran mayoría de estudiantes de la Universidad de Navarra: Mendaur.
Entre ¡holas! y ¿qué tal el verano?, la gente se saludaba efusivamente, principalmente aquellos colegiales con más años en el colegio mayor. Una pelota, la piscina y el buen ambiente que generaban los veteranos contagió a aquellos primerizos que, cohibidos por el contexto nuevo, se sumaron a disfrutar de los juegos en el jardín antes de probar bocado a la barbacoa de Don Eduardo. Aunque parece una historia bonita, así son los comienzos en Mendaur: cercanos.
Una vez terminada la barbacoa, saciados hasta reventar, tocaba cargar las maletas en los coches y poner rumbo al refugio de Belabarce, una casa perdida en la montaña, sin conexión de ningún tipo y con unos paisajes que nada tienen que envidiar a las grandes playas caribeñas –bueno, para gustos colores, yo soy más de montaña–.
Tres días, hasta el domingo 1 de septiembre, que dieron para hacer una pequeña radiografía a los nuevos colegiales sobre qué es Mendaur, cuáles son los pilares fundamentales y las facilidades que existen dentro del colegio mayor. Tuvimos sesiones con el director del colegio mayor, Javier García Manglano, y subdirector, Juan Pablo Marcos; con el decanato del colegio mayor… También hubo tiempo para hacer deportes, jugar a juegos de mesa, guitarreo y degustar las delicias que Don Eduardo cocinaba. Vamos, un plan redondo para empezar esta nueva etapa con ilusión, decisión y, sobre todo, respaldado por una gran familia: la Marea Naranja.