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La mejor forma de terminar el mes de mayo

“Llévame a aquella fuente cristalina
donde juntos bebimos
las purísimas aguas que apagaban
sedes de amor y llama de deseos.
Llévame de la mano como entonces…”

Rosalía de CastroPoetisa y novelista gallega

Este poema de una de las más grandes autoras de la literatura gallega lo encontramos una mañana mientras caminábamos rumbo a Santiago, redactado a mano sobre un cartel, en un pueblo perdido, clavado sobre un pequeño jardín. El encanto que estas líneas del poema suscitan me recuerda al mismo encanto que se percibía en cada senda, aldea, playa, casita, puente, plazoleta, hondonada, bosquecillo, que recorríamos. Uno se siente atraído, casi seducido por estas tierras de Galicia, sobre todo cuando es la primera vez que viaja por ellas. Nuestra ruta, efectivamente, no ha salido de Galicia, porque hemos recorrido el Camino del Padre Sarmiento, monje del siglo XVIII que peregrinó a Santiago bordeando las costas de su tierra.

¿Cómo ha sido esta convivencia? El formato era el siguiente: por la mañana, tras un excelente desayuno, a caminar; más tarde, comer en el lugar en que terminaba la etapa, donde un coche venía desde casa cargado de pan y embutidos; después, ir a la playa a jugar y bañarse, o leer y tomar el sol; luego, volver a la casa, ducharse, rezar e ir a misa; y, finalmente, cenar y un rato de chill out, refrescados por una ligera brisa nocturna, bajo la luz de la luna, comentando el día.

Hemos estado muy a gusto. La casa es impresionante, muy espaciosa y cómoda. Tiene una viña en el lado trasero, que uno puede observar detenidamente desde el porche de la cocina. Las habitaciones son grandes. Todos hemos cabido y dormido cómodamente. El jardín está perfectamente cuidado. De hecho, éste es tan agradable que empezamos a ducharnos con manguera ahí mismo. Lo mejor de la casa son las dos porterías que hay nada más entrar, en el que uno puede montar un futbito con Fer Soteras y Martín González Feria.

El verdadero sentido de la caminata diaria lo daba la compañía mutua de la que todos pudimos disfrutar —también Tomás—. Éramos casi veinte personas. Todas ellas predispuestas a llevar al máximo el grado de relajación, dejando de lado durante una semana cualquier preocupación académica; todas ellas convencidas de que era la convivencia idónea para poder exprimir ciertas amistades antes de tener que separarse en verano; todas ellas, en fin, dispuestas a “darse”.

En general, de ninguno se puede decir que no ayudase en nada, pero sí que hubo alguna figura que destacó en su labor de giver. Evidentemente, me refiero a Jure Plut. Jure, esloveno de origen, cocinero por afición, asumió el encargo de la comida de la convivencia. La verdad es que este chico conoce el arte culinario. Nos contó él mismo que, anteriormente, en un evento allí en su país cocinó para más de veinte personas. Naturalmente, este comentario fue suficiente para que José Rodríguez Maisterra fuese diciendo: “Tú, Jure llegó a cocinar una vez para 72 personas” —la intención era buena—. Tan decisivo fue el papel de Jure, que la ACC (Academia de la Convivencia del Camino) —formada por Luis Borrás y Tomás Visiers, entre otros— decidió entregarle el “Balón de Oro” de la convivencia. Enhorabuena Jure.

Un segundo y último premio se otorgó en el viaje de vuelta: el premio a la “Mejor Broma”. El primer candidato fue la broma “ango”, ideada por el poderoso Matías. La segunda broma nominada fue la traducción del nombre de Jon Bald a “Juan Balde”, “Juan el Bardo”, “Juan en Balde”, “Juan Baldío”, etc. El galardón se lo llevó Juan el Balde.

Hay muchas más anécdotas e historias que contar —como aquella en la que Jon se perdió y apareció una hora más tarde, no por el camino principal, sino por en medio de un bosque, con la camisa atada a la cabeza…— pero no merece la pena contarlas todas aquí. Las dejamos para futuras tertulias. En resumen, la esencia de este Camino ha consistido en el tiempo que unos hemos pasado con otros, ya sea caminando o en la playa, en reírse, disfrutar, reposar y, sobre todo, compartir unos días especiales con el Señor, a quien hemos tenido la oportunidad de contemplar en el delicado paisaje gallego, cuando hacíamos la oración durante la caminata. Recomendaría, sin lugar a duda, esta convivencia a las próximas generaciones.

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